jueves, 7 de junio de 2012

El Ángel


Respire hondo, trate de relajarme y arreglarme un poco para que mi mamá no se preocupase e hiciera preguntas de lo que me había sucedido, cosa que no quería hacer, así que entre relajado a mi casa y mamá estaba alistando la mesa para la cena, me pareció extraño que este tranquila y que este alistando la mesa antes que yo hubiese llegado, pero bueno me salve de una. Antes de saludar me fui al baño a lavar las manos y la cara, ya que aun mamá no había visto completamente en qué estado me encontraba.
-       Ya volví mamá – fui hacia ella y le di un respectivo beso en la mejilla.
-       Está bien, anda siéntate que ya va a estar lista la cena
     Mamá se lucia en la cocina, todo lo que cocina tenía un olor y sabor excepcional, algo que podía animar a cualquiera con solo probarlo. Ya podía sentir el olor de la comida y mi barriga comenzaba a rugir, mamá comenzó a acercarse con la cena en mano.
-       Aquí está la comida – sonrió.
-       Gracias por la comida.
     Comencé con un enorme bocado, por tal motivo casi llego a atorarme, en estos momentos no quería prender la televisión para ver las noticias, en espacial porque la gran noticia era lo que yo, el asesino, había hecho.
-       ¿Terminaste todas tus tareas? – preguntó mamá.
-       Si, termine todas apenas llegue a casa
-       Qué bueno, tal parece que tu nueva amistad te hace ser más responsable eso es estupendo, mañana tendrás un gran día – sonrió.
-       ¿Por qué crees eso?
-       Son instintos maternales – volvió a sonreír – ¿y te paso algo interesante hoy día?
-       Nada en especial – trate de estar relajado frente a mi mamá para que no se diera cuenta de mi pánico – ahora no quiero hablar, estoy muy cansando Ben me prestó algunos de sus juguetes y me divertí mucho, por ahora ya quiero ir a dormir para mañana ir al colegio – le mentí por primera vez a mamá.
-       Muy bien jovencito, pero no sin antes cepillarse los dientes.
-       No hay problema.
     Ya en mi habitación con la pijama puesta, estaba en mi escritorio, el cual tenía un gran espejo en el centro, me puse a alistar mis cosas para las clases de mañana. Me preguntaba quien habría sido la persona que me había ayudado a llegar a casa sano y salvo luego de haber hecho toda esa descabellada catástrofe. No se me ocurría nadie, me paso por la cabeza que pudo haber sido Ben, pero era imposible en ese momento Ben estaba tirado en su cama con el yeso puesto en su brazo y pierna, y no tenía algún otro amigo que me ayudase en mis problemas. Al tener la mente tan distraída, al momento de poner mis libros dentro de la mochila se cayeron todos al suelo.
-       Maldición – renegué - ¿Quién habrá sido el que me ayudo? – comente balbuceando.
-       Yo… – se escucho un voz tan fina y delicada que parecía el coro de los ángeles – yo fui – sonrió.
     Quede estupefacto, no estaba nadie más en mi casa, aparte de mi mamá, y es voz no me sonaba familiar. Ya no quería mas “sorpresas”, para un día creo que ya eran suficientes. Me levante y volteé a todos lados de la habitación para ver quién era, pero no pude ver nada hasta que clave mi mirada hacia el espejo, que se encontraba en mi escritorio, delante mío.
     Era resaltante, ya había visto a esta persona antes, precisamente fue la misma persona quien me ayudo a llegar a casa, pero estaba tal y como lo vi de negro parecía una sombra y no se le podía ver el rostro, tenia puesta una capucha que le tapaba casi todo el rostro, solo llegaba a ver parte de la nariz y sus labios.
-       ¿Quién eres? – dije con firmeza.
-       ¿No me recuerdas? Dije que te trataría de protegerte – sonrió.
-       No sé quién eres, no te recuerdo – comente tratando de recordar
-       ¿Recuerdas… el día del terremoto? – amplio su sonrisa de mejilla a mejilla.
     Imágenes e imágenes rodearon por mi cabeza hasta el momento que sucedió el problema del terremoto. Ya recordaba él era el de la voz amigable, él que me ayudo en el hospital, pero como podría tener esa imagen tan misteriosa.
-       Ya sé quién eres, pero no qué eres y porqué me ayudas – no sorprendió no titubear en alguna palabra.
-       Uhm… ¿que porque te ayudo?, simple porque quiero hacerlo – respondió tranquilamente.
-       Y entonces… ¿Qué eres? – dije serio.
-       Soy un ángel – Sonrío y comenzó a alzar sus manos hacia su capucha, para luego dejar notar su rostro totalmente fino y resaltante, sus ojos parecían dos perlas, sus cabellos rizados dorados, casi me ardía la vista con tan solo verlo – ya es hora de dormir – terminando su frase mis parpados comenzaron a cerrarse lentamente, estaba cayendo en un sueño – no te preocupes nos encontraremos pronto – camine hacia mi cama antes de caer al suelo por el sueño – hasta luego… – ya no podía escuchar lo que estaba diciendo solo pude ver sus labios moverse.

Luego de esto al día siguiente no paso nada anormal, todo estaba tranquilo y seguro, como debía de ser. En estos tiempos estaba recordando lo que era estar solo, ya que mi mejor amigo, Ben, me pidió que no volviera a visitarlo hasta que él de un nuevo aviso.
     En el colegio, parecía que había dejado de existir, todos dejaron de mirarme, me evitaban e incluso la profesora ya no me tomaba tanto interés como antes. En la casa, con mamá también había cambiado un poco, sentirme ignorado había hecho que me volviera poco comunicativo y la cena en casa era como estar en un funeral, ya que ahora ni la televisión quería ver.
     Comencé a sumergirme nuevamente a ese mundo donde solía vivir, a ese mundo que tanto me había hecho sufrir pero del que ahora me daba un poco de esperanza. Había regresado al mundo de la soledad… Y así transcurrieron los próximos tres meses…

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