jueves, 29 de diciembre de 2011

Despedida

Hace seis años atrás... En una noche helada, como era de costumbre en los inviernos, acompañada de una gran llovizna, unos ruidos en la planta baja de la casa me habían despertado. Mira por la ventana y aún era de noche, tomé mi reloj “las doce de la madrugada. Era demasiado tarde para que mamá y papá estén despiertos “¿serán ladrones?”. Tomé una de mis frazadas para cubrirme y salí, sigilosamente, de mi cuarto sin hacer ruido alguno. Llegue a las escaleras, todas las luces estaban apagas a excepción de una. La luz de la puerta resplandecía, por las ventanas de la puerta se podía ver la sombra de dos personas. Caminé directo hacia la puerta, la cual estaba un poco abierta.
     Por esa pequeña abertura pude ver a mamá que estaba hablando con un hombre.
    “Recuerda, Patrick, recuerda ¿Cómo era mi papá?”
-       ¿Por qué te vas?.... ¿No piensas en tu hijo – hizo una pausa – no piensas en mí? – la voz de mi mamá se quebró terminando su pregunta.
-       No puedo darte detalles, solo me tengo que ir – con firmeza evadió la pregunta que mi mamá le había planteado.
     “Tienes que verlo, has algo, no dejes que se vaya. ¡Sal!”
     Sin pensarlo dos veces salí para abrasar a mamá, quien parecía haber estado llorando, para después voltearme y ver a la persona que estaba con ella. Poco a poco fui examinando su imagen de los pies, lentamente, hasta llegar a ver su rostro. Al intentar ver su rostro mis ojos comenzaron a parpadear más de lo normal, la vista se puso borrosa y no llegue a ver bien su rostro.
     Los ojos me ardían, y no podía soportar más, con ambas manos me froté los ojos para que me dejaran de doler, pero eso provocó que los ojos me lagrimen y se pongan rojos. Mamá pensó que también estaba llorando y me tomo fuerte la mano. Papá solo se dedicó a fulminarme con la mirada, o fue eso lo que me pareció.
-       Los hombres no lloran – lo dijo tan lento que su voz sonó fuerte y ronca, que hizo que esta fuera intimidante.
-       ¡No estoy llorando! Los ojos me están ardiendo – respondí.
-       Por favor no nos dejes – continuaba rogando mi mamá, sin dar interés alguno a lo que papá me había dicho – ¿Qué fue lo que pasó contigo…?
-       Me voy… – fue su última palabra, se dio la vuelta y se alejó.
     Alejándose lentamente de la puerta iba el hombre, quien era mi padre. Alejándose de su esposa, su hijo, de esta pequeña familia que había formado. Su camino era recto, caminaba directo como siguiendo a la luna.
     La luna había hecho una gran presentación esa noche, una luna llena. La luz de la luna guiaba el camino de mi papá y se lo llevaba de su familia. Sin voltear, ni para ver las últimas reacciones de su familia, el hombre continuó caminando hacia la oscura penumbra. Mamá salió hasta estar frente a la puerta se arrodilló y dejó que la lluvia tape sus lágrimas. 

Actualidad... Desperté “nuevamente el mismo sueño 

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