jueves, 26 de enero de 2012

Una Figura Extraña

Un fuerte resplandor hizo que me despertara, ya era de mañana. El astro rey había iluminado mi habitación. No tarde mucho en despertarme, cambiarme y alistar mis cosas para ir a clases. No quería que luego mamá este en apuros para no llegar tarde.
     Fui al comedor y mi desayuno ya estaba listo. Mamá estaba en la cocina terminando de hacer su desayuno. En la mesa había un vaso de leche fresca y una tortilla de huevo.
-       Vamos, Patrick, date prisa y termina ¿No querrás llegar tarde, no? anunció mi madre dando su entrada al comedor.
-       No te preocupes ya tengo todo listo y terminado, ojala sea hoy un gran día – rogaba para que todo vaya bien en este nuevo día.
-       ¿Has terminado todas tus tareas anoche? – dijo mamá para crear un nuevo ambiente a la conversación.
-       Listo – respondí sin más demora, al tiempo que bebía mi vaso de leche
-       Bueno y qué tal te pareció ayer la escuela – dijo cortando su tortilla – No hemos hablado de eso ayer, espero que tengas buenos comentarios – dijo sonriendo al percatarse que mi rostro anunciaba grandes noticias.
-       Creo… – respondí como el que no quiere la cosa – que fue algo de que alegrarse, la verdad me pareció muy divertido. La profesora es muy gentil con todos y su clase es de lo mejor – me dedico una sonrisa y comió su tortilla – Estuve un poco nervioso al inicio, pero fue solo porque todos me miraban y no apartaba la vista de mi – hice un mohín – me sentí algo intimidado – mamá puso un gesto dudoso – pero esas miradas eran porque simplemente todos querían saber que era lo que había pasado ese día – me estremecí al haberme acordado de ese día. Tome un gran sorbo de leche para recuperarme.
-       Vaya eso si es interesante, los niños de hoy en día son mucho más curiosos – dijo mi madre al notar mi desagrado al haberme acordado de esa pequeña incomodidad del día anterior – ¿Alguna otra cosa? – preguntó al rato – ¿Hiciste muchos amigos? – estaba algo ansiosa por la respuesta.
-       Bueno, no diría exactamente amigos, solo hice un amigo, su nombre es Ben Fitsher, es alguien muy… – quede pensando un perfecto adjetivo para identificarlo –…hiperactivo, no se está quieto ni un rato.
-       Ojala pueda sacar tu niño interior señor Patrick dijo en son de broma, muchas personas decían que yo era muy maduro para mi edad Ahora, señor, mejor se apura antes que llegue tarde dijo regalándome esa gran sonrisa suya. Salió hacia la cocina con los platos vacios.
-       Está bien mamá, voy a cepillarme los dientes salí corriendo directo hacia el baño.
     El recorrido hacia el colegio no era muy largo, esta a pocas calles de mi casa. Mamá me dejo en la puerta del colegio y se fue directo al trabajo, no sin antes darme un beso en la mejilla de despedida, algo que me avergonzaba un poco en público.
     Entre al colegio para encontrarme con mi nuevo amigo, llegue al salón, pero mi amigo aun no se encontraba. Pasé y me ubiqué en el mismo asiento de ayer, esperando que mi amigo apareciera. Uno a uno fueron llegando mis otros compañeros de clases, pero aun no había rastro de mi amigo. Al rato apareció la profesora y con ella el timbre de la campana anunció el inicio de la clase.
     Quede pensando que mi amigo llegaría tarde, al igual como casi, o bueno como lo hizo ayer, pero fueron pasaron las horas. Me había quedado pensando en que le habría pasado, me encontraba solo en mi asiento, al parecer luego que Ben hable con ellos nadie quería sentarse conmigo. La profesora estaba terminando de explicar algunos problemas de algebra cuando el sonido de la campana de recreo me saco de la concentración.
     No había ni rastro de Ben, había empezado a preocuparme. No pudo haber pasado  tan rápido dije hacia mis adentros. Solo había conocido a mi amigo un día y ya tan pronto desapareció, no pude con los nervios. Fui al baño para que no me vean temblar, estaba muy preocupado y triste.
-       ¿Acaso era una maldición? me hice la pregunta a mí mismo ¿Es que estaré solo toda la vida? – continúe hablándome.
-       Solo nunca estarás respondió una voz escalofriante siempre estarás conmigo y el otro, nosotros somos UNO para toda la vida.
     Salí corriendo asustado del baño, esa voz me había tomado con la guardia baja. Fui corriendo hacia el lavadero para desprenderme del sudor, al lavarme, examine mi rostro detenidamente en el espejo que tenía delante de mí. La tonalidad de mis ojos seguía aclarándose, poco a poco. Una figura aterradora estaba comenzando a formarse en mi reflejo, comencé a llorar lágrimas de sangre. Perdí el control de los nervios, me había hiperventilado, no dejaba de temblar. Esa figura… caí desmayado.

jueves, 19 de enero de 2012

Primer Día

Al día siguiente, estaba listo para ir al colegio. Habian pasado más de cuatro meses desde que hubo el terremoto, por lo que me enteré nadie fue afectado gravemente como yo. Todo en el colegio estaba normal y tranquilo.
     Sonó la campana y fui corriendo a clases. Me perdí buscando el salón 306, corría buscando el salón, para no llegar tarde mi primer día. Tropecé con un alumno y ambos caímos al suelo.
-       Lo siento no fue mi intención se disculpo el otro chico.
-       No te preocupes no me fijaba por donde iba – contesté atontado.
-       ¿Eres nuevo en este colegio? – preguntó.
-       Bueno eso parece, estoy en primero de secundaría continué la conversación.
-       Yo también, debes de estar en mi salón – afirmó. Me puse a ver devuelta la hoja de horario, me la arranchó si estas en el mismo salón que yo, ven sígueme tomo mi mano y me jaló rápido o llegaremos tarde.
     Todo aturdido y medio confuso comencé a seguirle, llegamos al salón en el último toque de la campana. Al tocar la puerta nos abrió una amable señorita, morena des cabello negro rizado muy delgada.
-       Llegan tarde nos dijo alzando un poco su tono de voz ¿no te dije que esta era la última vez que llegas tarde, Ben? comento de forma sarcástica al pensar el castigo para Ben, él hizo un mohín.
-       No es mi culpa haber llegado tarde profesora, mire traje a un alumno nuevo… – le explico, el motivo de la tardanza.
-       Uhm… – la profesora me quede viendo un momento – tú debes de ser Patrick, ¿no? asentí te estaba esperando, espero te sientas mucho mejor, cualquier problema que tengas, por favor házmelo saber – sonrió.
-       Muchas gracias profesora.- respondí agradecido.
-       Muy bien clase tenemos un nuevo alumno – anunció a toda la clase – por favor saluden a Patrick…
-       Disculpe profesora – la interrumpí, para poder decirle al oído
-       No te preocupes respondió tranquilamente Bueno clase saluden a su nuevo compañero Patrick Daecher sonrió nuevamente anda Patrick puedes sentarte junto a Ben.
-       Gracias…
     Fui rápido a mi asiento, no me había sentido tan avergonzando anteriormente, pero realmente fue la primera vez que me sentía así. Todos estaban mirándome sin apartar la vista de mí, Ben no me decía nada. Una vez iniciada la clase nadie podía hablar, a menos que sea para intervenir temas sobre la clase o quieras recibir un castigo.
     No podían castigarme, en especial por ser mi primer día, así que tuve que esperar hasta el recreo para hacer algunas preguntas de cómo era el colegio y el motivo por el cual todos estaban mirándome.
     Pasaron las horas hasta que sonó la campana del recreo.
-       Bueno, chicos, pueden salir al recreo anunció, la profesora, a la clase.
     Me levante del asiento para sacar mi lonchera y en un abrir y cerrar de ojos me encontraba en medio de un tumulto de alumnos, me sentía un poco avergonzado por no saber la razón de tan buena bienvenida, pero fue todo lo contario.
-       ¿Cómo estás?
-       Oímos todo lo que paso.
-       ¿Cómo has estado, que te sucedió?
-       ¿Ahora estas mucho mejor?
     Estuve envuelto en un mar de preguntas, felizmente Ben me saco de todo ese tumulto, me sentí aliviado, pero no por mucho, creía que no faltaba mucho para que Ben también me ataque con sus preguntas.
-       Bueno ahora sí, cuenta dijo sonriendo ¿Qué fue lo que te paso ese día?
-       No paso mucho, la verdad. Cuando sucedió el terremoto me quede frio, no podía moverme parecía como si algo estaba sujetándome para que no corriera, y bueno para serte sincero escuche a alguien que me hablaba, pero al escucharlo me desmaye y no supe mas. Estaba algo confuso ese día Ben hizo un gesto de duda pero creo que eso fue normal, ¿no?  ¿A nadie más en el colegio le paso lo mismo?
-       Pues no, tú fuiste el único, es por eso que todos están tan sorprendidos y quieren saber que te paso, pero no te preocupes junto a mi nadie te molestará extendió su mano derecha por cierto mi nombre es Ben Fitsher.
-       Yo soy Patrick Daecher le di la mano.
     Luego de toda esa charla, fui al baño. Al lavarme la mano me había percatado que el color de mis ojos seguía aclarándose lentamente.
     Regrese a clases, ya que si no llegaba a tiempo la profesora me regañaría. Fui a mi asiento, al costado de Ben, pero no me sentía muy bien. Aun los demás alumnos no podían despegar su mirada de mí, deseaba para que la campana de salida sonara de una vez por todas.
     Terminado el día de clases, Ben me cuidaba la espalda para que nadie me sobrecargue de preguntas. Mamá me estaba esperando en su carro, estacionado frente al colegio.
-       Que hayas tenido un buen día de clases, amigo – me tendió la mano – nos vemos mañana, Patrick.
-       Gracias, Ben, nos vemos – me despedí.
     Ben se dirigió hacia el Toyota Prado negro con lunas polarizadas… “pero… él es, el mismo chico de ese día…”

jueves, 12 de enero de 2012

Regreso a Casa

Un terremoto acababa de azotar en ese momento. Me había quedado petrificado, no podía moverme, mi mamá en llanto me sacudía para poder reaccionar. No podía hacer nada no movía ni un dedo, quería llorar pero no podía, mi mamá estaba helada del susto, continuaba moviéndome para poder hacerme entrar en sí, cerré los ojos y cuando los volví a abrir ya no me encontraba ahí.
     Cuando abrí los ojos nuevamente me encontraba en un sitio algo familiar, el mismo sitio de mi sueño.
-       Es el momento en el cual yo actué de vez en cuando – dijo una extraña voz en medio de la oscuridad.
-       ¿Quién eres? – pregunté titubeando.
-       No te preocupes, nos encontraremos muy pronto. Humjuju… – termino su comentario con una risa escalofriante.
     Caí desmayado, la luz lentamente se fue apagando dejándome solo en la oscuridad. Podía escuchar que alguien lloraba, se escuchaba como si fuese un niño. Volteaba de un lado para otro para poder ver algo, pero la oscuridad era absoluta. Pon fin pude ver un pequeño destello de luz, en el cual provenía los lloriqueos del niño. Fui corriendo hacia el niño para ayudarlo, pero algo en el camino me hizo tropezar, haciendo que me golpee la cabeza y pierda el conocimiento. Desperté y escuchaba un montón de aparatos sonar, mi madre estaba a mi lado, parecía que hubiera estado ahí por días, se encontraba durmiendo sin soltarme la mano.
     Me ardían los ojos, comencé a retorcerme de dolor. Me agarre los ojos para cesar el dolor, sentí un liquido, vi el rojo vivo en mi mano. << ¿Sangre…? >>. Mis ojos estaban sangrando, del miedo me puse a gritar.
-       Doctor, ¡doctor! – grito mi madre, desesperada
-       ¿Qué paso? – pregunto la enfermera – ¡Oh… por Dios, doctor! – dijo alarmada
-       Señora, por favor, retirarse – pidió el doctor amablemente.
-       No, no mi hijo, no puedo dejar solo a mi hijo, ¡Patrick! – gritaba desesperada.
-       Acompáñeme señora – retiro amablemente a mi madre la enfermera.
     Las horas pasaban lentamente, parecía que estuve en el hospital una eternidad. Creía que nunca saldría, veía todo blanco, tan blanco que me ardían los ojos. Escuche a alguien, alejado de mi se encontraba el mismo niño que estaba llorando. El niño se encontraba en sentado en el suelo, escondiendo su rostro. Me acerque lentamente hacia él. En una distancia no tan larga, el niño volteó, dejando a la luz una parte de su rostro. << ¿Ojos… grises…?>>
-       Te protegeré, así como tú me protegerás a mí – fue lo único que dijo y volvió a ocultar su rostro.
-       Bueno, ya despertó – dijo el doctor aliviado.
      Mi madre fue corriendo a abrazarme, me sentí más calmado y tranquilo. Ya no sentía dolor alguno, solo sentía los brazos protectores de mamá.
-       No me vuelvas a dar estos sustos – mamá estaba llorando, pero trataba de verse feliz.
-       No te preocupes mamá – le dije casi sin aliento.
     Según mamá fueron cuatro meses, ese fue el tiempo que estuve en el hospital. No creía que podía estar tanto tiempo en coma, ese era el motivo por el cual mamá estaba tan preocupada.
     Luego de darme de alta, regresé a mi casa. Apenas llegué, salí corriendo a bañarme. Termine y fui a mi cuarto, cuando me estaba cambiando me vi al espejo, vi mi reflejo y vi algo diferente en mis ojos. Mis ojos estaban más claros. << Que extraño, juraría que mis ojos eran marrones oscuros como los de mamá >>
     No le tome mucha importancia a mis ojos, en especial porque no quería preocupar más a mama. Mantuve mi mente en otra cosa. Me llamó la atención las palabras que había escuchado: “Es el momento en el cual yo actué de vez en cuando” “Te protegeré, así como tú me protegerás a mí”. Me preguntaba quienes eran, y si solo a mi me había pasado tal suceso el día del terremoto.

jueves, 5 de enero de 2012

Nuevo Comienzo

No era novedad que desde siempre hasta hoy he estado solo. Vivo solo con mi mamá, aunque es muy linda y agradable, solo la veo poco ya que mayormente todo el día está en el trabajo y de mi papá no sé nada, se marchó y nunca más volvió.
     A sus doce años de edad, Patrick Daecher, o sea yo, se sentía solo. Nunca tuve amigos, las personas a las que me acerca, terminaban alejándose de mí lo que era mucha peor aún, parecía que me tenían miedo…
     No teníamos un hogar fijo, ni familia a la cual acudir para no gastar en el alquiler de una casa. Mamá paraba siendo transferida en su trabajo de un lugar a otro, durábamos en una casa, mayormente, un año como máximo, no más.
-       No te preocupes, Patrick – me animo mi madre viéndome el rostro de decepción –, puede que en esta nueva casa hagas muy buenos amigos.
     Mamá no era mucho de sonreír, pocas eran las veces que veía su sonrisa… Era realmente una decepción, mamá suele tener una hermosa y adorable sonrisa. Cada que ella sonreía, parecía que la sala donde se ubicaba se iluminase apenas su sonrisa aparecía, ella tenía esa chispa que hacía que todos los demás sonrieran junto a ella.
Recordando… “¿Qué fue lo que pasó contigo?” fue lo último que mamá le dijo a papá y fue muy extraño… Algo le había sucedido esa noche a mi papá para querer alejarse de su familia, algo se lo llevó, algo lo alejó de nosotros, pero… ¿qué? En ningún momento de esa noche, o mejor dicho en todo el día, se digno a decirme hijo, como lo solía hacer siempre que llegaba a casa. Ni siquiera quiso bajar la mirada para verme, para ver mi expresión antes de ir, para ver la, posiblemente, última imagen que tendría de su hijo, ya que papá salió sin nada, solo llevaba puesto su traje que usaba en el trabajo y nada más. “¿A dónde fuiste, papá?”.
     Un gran resplandor de luz me saco todos los recuerdos e ideas que tenía en mente. Mamá acababa de voltear en una calle y todos los rayos solares dieron directo a mis ojos.
     “Ya casi llegamos” fue lo que me había dicho, al verme frotarme los ojos.
     No pasaron más de dos minutos para que mamá estacionara el carro frente a una casa, que más bien parecía una casona. Esta casa estaba hecha de madera, “una tradicional” según le dijo el dueño de la casa a mi mamá, “Todo está en perfecto estado, tenga en cuenta que nuestros antepasados fueron mejores constructores que nosotros, esta casa a pasado por varias generaciones, el alquiler es motivo de un viaje que tengo… Siéntase afortunada del precio, normalmente en un sitio como este el alquiler no baja de los 300 dólares…” continuaba parloteándole a mi mamá ese día, según me contó ella.
-       Sabes, Patrick, que no puedo resistirme cuando me empiezan hablar y hablar, aparte la oferta era muy buena – hizo una pausa –. No tenemos suficiente dinero y para serte sincera me tome el gusto de pasear por este distrito para poder ver que no me mentía el dueño – suspiró – y la verdad es que es uno de los más bonitos que he visto. En realidad el precio es un regalo…
-       Ahora tu estas parloteando como el dueño – bromeé –, pero no te preocupes mamá, con tal de estar juntos los dos no importa si vivimos dentro de una caja de cartón. – me encogí los hombros.
-       Sinceramente, eres un buen hijo – comento con los ojos lagrimosos –, Patrick.
     En ese mismo momento, un gran carro, que nos estuvo siguiendo todo el camino, se estacionó detrás del auto de mamá. Las cosas de la mudanza ya habían llegado y ahora era momento de desempacar. Aprovechando la suerte de mamá, quien tenía un amigo en el trabajo que, aparte del trabajo que tenia,  hacia servicio de mudanza los fines de semana, y le dijo que podía movilizarnos sin ningún costo alguno.
     Mamá se seco los ojos antes de que algunas lágrimas se le escapasen, rápidamente salió del auto y fue directo al sitio del copiloto para abrirme la puerta. Me tomo de la mano y me saco del auto. La puerta del auto se cerró de un portazo con el azote que mamá le había dado.
     Caminamos juntos de la manó por el sendero, que estaba hecho de pierdas, hasta la puerta. Subimos unos escalones para por fin llegar a la puerta. Torpemente, y algo nerviosa, mamá saco las llaves, de esta gran puerta, de su cartera. Abrió la gran puerta y se aprecio el amplio salón de la sala, grande e iluminada, las ventanas estaban justo donde el sol se posaba al atardecer para poder dar una luz rustica a todo el lugar. Mamá apretó más mi mano.
-       Bienvenido – alzó la mano para abrir completamente la puerta – a tú – tomó aire – Nuevo Comienzo – sonrió.
     Ambos atravesamos el umbral al mismo tiempo, la sala era más grande de lo que parecía por fuera. Sorprendentemente había una chimenea y a los costados de esta estaban las dos grandes ventanas, las cubría un tul muy fino, que hacia apreciar el pequeño jardín de afuera, y las cortinas, un poco cerradas, de un color crema.
     Mamá y yo nos alegramos de la nueva casa.

En la mañana siguiente, al bajar los escalones crujientes vi como la sala resplandecía. Brillaba… todo brillaba en la casa, ya con los muebles puestos y luego de todo un arduo día de ordenar toda en casa. Los tules de la cortina hacían que las luces de los rayos solares vagasen dentro de la sala.
     Mamá se encontraba ya en la cocina haciendo el desayuno. Escuchando una música, un poco ya pasada de moda, en su pequeña radio. Freía un par de huevos y calentaba el agua. Tarareando la música voltio hacia mí, que ya estaba parado en la entrada de la cocina.
-       Buenos días, Patrick
-       Buenos días, mamá – me estiré y volteé para ver si mamá ya había comprado los panes – no es justo… yo siempre voy a comprar los panes para desayunar – me queje
-       La tienda queda un poco lejos de la casa – dijo sacando los huevos de la sartén – y como recién nos mudamos quería ver si era un poco peligroso ir hasta ahí. Pero – volteó a verme – es muy tranquilo y hay muchos semáforos , a partir de mañana puedes ir tu – sonrió
     No era algo importante ir a comprar los panes para el desayuno, pero al menos quería ayudar a mamá sea como sea.
     El sonido de la tetera hizo que la sonrisa de mamá desapareciera y que vaya rápido a apagar la cocina.
-       Bueno, Patrick, ayúdame a poner la mesa
     Un desayuno tranquilo, eran los que siempre teníamos. Papá se encargaba de hacerlo un poco más comunicativo haciendo preguntas de cómo nos encontrábamos mamá y yo o cómo nos había ido en el día anterior. “¿Por qué no lo recuerdo?”
     Era una mesa grande para seis personas, pero solo había tres sillas, mamá se sentaba en un extremo y yo al otro. La tercera silla, que se encontraba ubicada de en el centro de la mesa, justo delante de una gran ventana que daba luz a un pequeño jardín exterior, ere la reservada de papá.
     No lo quería dar más vueltas a mi mamá de que por que aún continuaba guardando todas las cosas de papá, ya habían pasado seis años desde que él nos dejo, pero la primera y última vez que le pregunte por papá, las cicatrices que le había dejado su partida volvieron a abrirse.
     Antes de tomar su último sorbo de café, que solía tomarlo todos los desayunos, me quedo viendo. De algo se acordó en ese instante que me llamo la atención.
-       ¿Pasa algo, mamá? – pregunte sin darle relleno
-       Creo que mejor te vas alistando – tomo su último sorbo de café
-       ¿Alistarme? ¿Por qué?
     Bacilo un poco mi mamá antes de responderme, se tomo de las manos y tomo un poco de aire para por fin volver hablar.
-       Hoy nos vamos a ver el colegio al que asistirás.
     Mamá siempre paraba parloteando y presumiendo con sus amigas del hijo predilecto que tenia. Y tenía razón, la mayoría de los niños de mi edad solo piensan en jugar y pedirle de todo a sus padres para que los llenen de nuevos juguetes y presumirles a sus demás amigos de los regalos que sus padres les daba.
     Yo no era así, yo me preocupaba por mi mamá, trataba de que no gastase mucho en comprarme juguetes, para lo poco que los necesitaba también. Hacía lo posible por mantener a mamá feliz, tengo una muy buena disciplina y hablo con los demás con sumo respeto.
-       Patrick, ya anda terminando de arreglarte – grito mamá desde la planta baja de la casa.
     En unos instantes ya estaba bañándome para luego, al rato, ponerme la mejor ropa que tenia, mi favorita, una bermuda marrón claro con rayas del mismo color un poco más oscuro y un polo rojo con una imagen al centro de un color azul marino.
-       Ya estoy listo – dije bajando las escaleras.
-       Espérame en la sala – contesto mamá desde su cuarto.
     Ya me estaba emocionando por cómo iba a ser mi escuela. Esperaba tener buenos amigos.
     Los crujidos de las escaleras hicieron que alce la mirada.
     Mamá bajaba de las escaleras al parecer con su ropa favorita, al igual que yo. Ella estaba con unos jeans ajustados y una blusa de color violeta, esa blusa resaltaba muy bien a mi mamá, quien aun lucia una figura esbelta, su largo cabello negro brillaba luego de un tratamiento con un champú nuevo. Ella no solía usar maquillaje, aunque en realidad no lo necesitaba, sus ojos siempre brillaban, tenía sus cejas bien delgadas y las pestañas rizadas, no necesitaba de nada para lucir bien.
-       Bien, nos vamos.
     Salimos y el Nissan Datsun blanco de mamá que se encontraba estacionado frente a la casa. Me senté en el asiento del copiloto y mamá me ayudo a ponerme el cinturón de seguridad. Mamá se sentó y condujo, como ya era mi costumbre, abrí completamente la ventana del auto, la brisa del viento en mi rostro me relajaba y me hacia olvidarme de todo.
     Era mejor que volviera al colegio. Solían ser muy aburridas las mañanas cuando mamá iba al trabajo y me quedaba solo en casa, sin saber qué hacer.
     Un día para mí era demasiado simple: Levantarme, desayunar, despedirme de mamá, limpiar mi cuarto, ver las noticias, calentar mi comida, que mamá suele preparar en la noche antes de dormir, leer y repasar algunos libros y esperar a que mamá vuelva.
     Bueno sin amigos, tampoco se puede hacer mucho, si salía… ¿A dónde iba?, y si jugaba… ¿Con quién lo hacía? Mamá no solía ser muy buena en juegos de mesa, así que eso, también, estaba descartado. Comprendía que mamá hacia todo lo posible para que no me sienta solo, me compraba las pocas cosas que podía, pero no le pedía juguetes porque no había con quién compartirlos, así que solo jugábamos un juego de damas o ajedrez, que mayormente los ganaba yo.
     El colegio es donde un niño sale de su cascaron para conocer nuevas cosas y aprender mayormente como es la vida. Hay demasiados niños en un solo colegio, espero que uno de todos pueda ser un gran amigo para mí.
     No duro mucho el recorrido al colegio. Cuando mamá dio una vuelta muy extraña, desde lo lejos se podía ver el gran colegio. Un enorme y gran colegio de una fachada celeste y un gran portón al centro, abierto de par en par, entraban y salían muchos niños con sus madres y padres. Todos estaban con ambos padres…
     Mamá se estacionó un poco lejos de la entrada, ya que, como de costumbre, habían unos pocos ambulantes vendiendo juguetes y otras cosas para los niños.
-       Mamá, ¿tenemos que ir de la mano? – pregunté algo avergonzado, ya que todos los niños salían y venían  sin sujetarse de las manos de sus padres.
-       ¿Qué pasa, Patrick, te avergüenza demostrarle cariño a tu madre?
-       No es eso… es solo que… – tomé aire – no nada mamá, no hay problema, vamos a entrar.
     Estábamos ya a unos pasos de la entrada, frente al colegio había una tienda. Era un día muy soleado y ya no podía aguantar la sed. Con solo ver mi rostro mamá supo que quería algo de tomar, me dio un par de monedas y me dijo que me comprar algo.
     Me fije por ambos lados antes de cruzar, mamá se quedo esperándome en la entrada del colegio.
     Un rechinido… un gran rechinido sonó. Volteé y una gran camioneta, un Toyota Prado del año, frenó justo a un centímetro de mi. Las lunas polarizadas del carro no me dejaban ver quién o quiénes estaban dentro del auto. La luna de la parte trasera comenzó a bajar poco a poco “¿Un niño?... espera, este chico me parece conocido...”  Cruzamos miradas y todo dio inicio…
-       ¡Patrick…! – mamá me había localizado, rápidamente corrió hacia donde me encontraba   ¡Patrick… corre, rápido! ¡Pat…! – la voz de mamá se cortó
     El gran terremoto que había azotado en ese momento confundió a todos los presentes. Me desmayé, había caído en un sueño profundo…