Desperté
y me encontraba en la enfermería del colegio. La señora Pebber se encontraba en
un lado lagrimeando viendo su novela. Vi el reloj y me percate que faltaba poco tiempo para terminar
el día de clases.
- Ya me encuentro mucho mejor, señora
Pebber – le comentaba al mismo tiempo que me levantaba.
- Está bien jovencito, – decía mientras
se secaba las lágrimas – puedes ir a clases, pero no te esfuerces mucho.
- No hay problema – “Bien” dije en mi fuero interno, sin clases de deporte por una semana.
Se me salió una sonrisa – Gracias señora Pebber, hasta pronto – dije conforme
me retiraba.
- Cuídate – alzó un poco la voz
para poder oírla.
Fui a mi salón corriendo a toda velocidad
para verificar si mi amigo había llegado por lo menos tarde. Llegue al salón
justo cuando la campana sonó. Note que no había rastro de mi amigo, tome mi
mochila y me acerque a conversas con la profesora.
- Profesora, disculpe. ¿Puedo pedirle
un favor?- no fue mucho el esfuerzo en aparentar preocupación, ya que realmente
estaba preocupado por Ben.
- Claro, Patrick, dime.- respondió en
un instante la interpelada.
- Pues… quería pedirle si me podría
dar la dirección de la casa de Ben, – le dije con voz apenada – estoy un poco
preocupado no sé porque ha faltado hoy a clases.
- Si por supuesto, Patrick, no te preocupes,
espérame un momento – cogió un lapicero y un papel, rápidamente comenzó a
escribir – Ten aquí tienes. Me parece bueno que te preocupes por tu amigo – dijo
despreocupada – eres un buen amigo, Patrick – me dedico una sonrisa y me
entrego la hoja con la dirección de la casa de mi amigo.
- Muchas gracias
profesora – le
devolví la sonrisa.
Llegue a mi casa y tuve que calentar mi
almuerzo, ya que mi mamá estaba en el trabajo y llegaba ya para la cena. Mi
mamá me había dejado listo uno de mis platos favoritos en el frigorífico.
Caliente mi deliciosa comida en el microondas a solo minuto y medio, no me
gustaba comer la comida tan caliente.
Saque del frigorífico una botella de
coca-cola al mismo tiempo que el timbre del microondas sonaba. Saque mi comida,
el plato estaba algo caliente, me quemaba un poco los dedos, tuve que correr
hacia la mesa para dejar el plato.
Prendí el televisor para poder ver las
noticias, era ya casi una regla mía el comer mientras veía las noticias. En las
noticias de la tarde, el locutor estaba hablando algo con respecto a una especie de gripe que había detectado últimamente,
decía que no había aun un remedio para esta nueva gripe. Anunciaba que los
síntomas de esta gripe, que el locutor nombró como “la
gripe porcina”, eran fiebre alta, tos seca recurrente, dolor de garganta, moqueo
o secreción
nasal, dolores en el cuerpo, dolor de cabeza, escalofríos, fatiga,
dolor en los ojos, pérdida del apetito, problemas para respirar como falta de
aliento.
- Ugh… – casi me había atorado, había
comido una gran cucharada de arroz sin percatarme, el reportaje estaba
interesante, que me había quedado hipnotizado.
Me acababa de acordar de mi amigo Ben. El
reportero mención que es posible el contagiarse por medio del contacto con una
persona con ese mal, se decía que la principal vía de transmisión son las gotas
expulsadas al hablar. Puede que mi amigo, Ben, haya hablado con una persona con
este mal y probablemente se haya contagiado.
No me quería quedar con la duda del saber
que le había pasado a mi amigo, tal vez fue por mí y mi maldita maldición o tal
vez fue esta nueva gripe que había parecido, son muchas las posibilidades.
Tome mi plato y rápidamente lo lave, lo
deje a un lado, bote la botella vacía de coca-cola, corrí a lavarme los dientes,
cogí la hoja con la dirección de la casa de Ben que la profesora me había dado
y salí a toda prisa a encontrar la casa de mi amigo para saber que le había
ocurrido.
Recorría las calles en busca de la
dirección recibida por mi profesora. Escuchaba que algunas personas murmuraban
“¿De quién será el niño?”, “¿Se habrá perdido?”, “Debe ser un mendigo”.
Me preguntaba qué cara tenía para que la mayoría de las personas se apiaden de mí.
Llegué a un parque muy grande, estaba
hecho prácticamente de un color verde total, se podía sentir otro ambiente, el
aire de ese parque no parecía estar contaminado, se podía respirar aire fresco.
Habían palomas volando de un lado para otro, ardillas tratando de coger algunas
nueces y un gran árbol inmenso en el centro del parque.
Me senté en una de las bancas del parque,
revise la hoja con la dirección que me dio la profesora Servi, estaba solo el
nombre de la dirección y el numero de la casa, pero más abajo de la hoja la
profesora Servi había escrito una referencia. “Del
parque, ve de frente y veras una casa de color anaranjada en toda la esquina.”
Busque a la distancia esa casa, volteé mi
vista unos centímetros a la derecha y ahí estaba, una casa de gran tamaño de un
color anaranjado que estaba ubicada en toda la esquina, era la única casa que resaltaba
por el color y por lo muy lujosa que se veía.
Inhalé y exhalé aire para poder relajarme
un poco, me encontraba un poco cansando, correr no era lo mío y hacer deporte
mucho menos. Fui hacia la casa contando los pasos, para no llegar cansado y
sudoroso, no quería mostrar un mal aspecto, aunque por los comentarios de las
personas creía que ya lo había hecho.
Llegue a la puerta y al rato toque el timbre,
habrían pasado unos cinco minutos hasta que una señora de una edad avanzada se
asomó por la puerta.
- ¿Sí?
¿Qué desea? – hablaba
con una voz extraña, como si tuviera seca la garganta.
- Disculpe, señora, ¿Es esta la casa
de los Fitsher? –dije con la voz apagada.
- Si esta es jovencito, – respondió
al rato – ¿A quién de la familia busca?
- Busco a Ben Fitsher, soy un
compañero del colegio, Patrick.
- Le diré al joven, espérame un
momento – se alejo y cerró la puerta.
- Gracias – le dije alzando un
poco la voz, para que pueda oírme.
Me sentía un poco mejor, mi amigo no se
había mudado, era una posibilidad menos de la cual descartar, ahora solo
quedaba saber el por qué mi amigo había faltado hoy al colegio.
Estaba parado frente a la puerta ya casi un cuarto de hora. “¿Por qué se demorará tanto?” me
preguntaba a mí mismo. No había explicación por el cual se demore tanto en
hacer una solo pregunta. Ya estaba a pocos segundo de tocar el timbre cuando la
señora volvió a asomarse por la puerta.
- Disculpe
jovencito, pero el joven Ben no tiene ganas de recibir visitas – dijo con la voz apagada.
- ¿Qué? – respondí al instante – ¿pero
por qué?, por favor señora, déjeme hablar con él.
- Lo siento jovencito, temo que no
puedo, son ordenes – me miro con el ceño fruncido.
- Pero, si es un visitante – dijo una
voz detrás de mí – Señora Donson, buenas tardes. ¿Quién es este joven? – preguntó
a la señora.
- Buenas
tardes, señor Fitsher, este jovencito es amigo del colegio del joven Ben – respondió con
desanimo.
“¿Señor
Fitsher?” repetí hacia mis adentros. Me di la vuelta para saber
quién y cómo era esa persona. Cuando mire al señor detrás mío, me di cuenta que
era la viva imagen de Ben, era un Ben ya adulto. No había ninguna diferencia
entre ellos, tenía su cabello corto marrón, bien claro, los ojos verdes, era
alto y al igual que mi amigo parecía muy animado.
- ¿Así
que tu eres el nuevo amigo de Ben? –
me
preguntó – él
me ha contado algunas
cosas de ti – me miró de pies a cabeza con el rostro pensativo – ¿Por qué no
pasas y hablas con Ben?, creo que necesita de un amigo para poder distraerse.
- El joven Ben no quiere visitas – respondió
en una milésima de segundo la señora Donson.
- No se preocupe señora
Donson, – le respondió, a su
eminente rechazo – el
doctor dijo que necesita el mejor de los apoyos y no veo otra mejor personas
que este jovencito, para que haga reír un poco a Ben.
“DOCTOR” la
palabra retumbo en mi cabeza. ¿Es que estaba tan grave Ben, para que necesite
ser atendido por un doctor? Que le pudo haber pasado. Luego también que
necesita apoyo, ¿Es que yo podría ayudarle en algo? O el señor Fitsher me
habría visto con la cara de payaso para poder sacarle algunas risas a Ben.
- Está
bien señor, como usted guste, – la señora Donson hizo un mohín y me abrió la
puerta.- pasa jovencito.
- Muchas
gracias señor Fitsher – dije de forma automática.
- No
te preocupes.
¡Guao…! Valla la casa sí que era realmente
grande. Ahora podía entender porque la señora Donson se demoro tanto tiempo en
darme la respuesta de Ben. Al entrar por la puerta, se deslumbraba un inmenso
jardín, casi parecía el parque de estaba frente la casa, había una gran pileta
ubicada en el centro del jardín, en la pileta se encontraba una estatua de un
ángel que bota agua de su boca. A unos cuantos metros detrás de la pileta se
encontraba la casa, aunque más parecía una mansión más que una casa.
Fue un gran recorrido hasta la puerta principal
de la casa, la señora Donson iba a paso de tortuga, bueno podía entenderla por
la edad, pero yo estaba algo apurado por saber las condiciones de mi amigo.
Entre a la casa y me percate que era muy
lujosa, tenía muchos cuadros por todos lados, pero solo uno llamo mi atención,
era un dibujo muy antiguo en el cual estaba ubicada la figura de un ángel
tocando una armónica en la parte superior y en la parte inferior se encontraba
un demonio el cual se encontraba entre llamas y rocas oscuras tratando de
atacar al ángel con su tridente.
Me quede hipnotizado con la imagen, estaba
avanzando paso a paso para tenerla frente a frente y poder tocarla, el fondo
del cuadro me parecía muy familiar, estaba comenzando a sudar.
- Ahora
no – me dije a mi mismo,
no podía quedar desmayado ni mucho menos hiperventilarme en estos momentos.
Sentí una mano en mi hombro derecho y me
quede congelado como estatua.
- Por
aquí, jovencito – dijo
señalando las escaleras, me había saco del transe la señora Donson – ya falta poco para
llegar – me dio un poco de miedo,
la señora Donson me había lanzado una sonrisa escalofriante.
- Así,
ya voy – continué siguiéndole
el paso de tortuga.
La parte superior estaba conformada por un
gran pasillo, había puertas a cada lado, una enfrente de otra. Llegamos a la
tercera puerta de la derecha, la puerta era de un color diferente a las otras,
era de un color azul marino, no me pareció extraño pensar que esa era la
habitación de Ben, siempre me pareció que era algo raro o que simplemente le
gusta resaltar.
- Aquí
esta su visita joven Ben – anuncio
la señora Donson, mientras abría de poco a poco la puerta.
- Umf…
seguro fue mi papá, bueno que pase –
dijo
con desanimo, algo muy extraño ya que mi amigo parecía siempre estar feliz de
todo.
- Hola
Ben ¿Cómo estás? – se
me apago la voz cuando vi las condiciones de mi amigo, me di cuenta que mi
pregunta era una estupidez ya que era obvio como se encontraba mi amigo, Ben se
encontraba tirado en su cama con un gran yeso en la pierna izquierda y otro en
el brazo derecho.
- Como
crees que me encuentre, Patrick –
respondió
cortante – no
quería que me vieran en estas condiciones, es algo vergonzoso. ¿Por qué has
venido?
- Bueno…
estaba algo preocupado, no sabía el porqué habías faltado hoy a clases.
- Creo
que ahora sabes el motivo –
respondió.
La señora Donson salió de la habitación y
cerró la puerta. Ben me había hecho unas señales con la mano izquierda como
diciendo que me espere un momento. Ben cogió el teléfono y marco unos anexos.
- ¿Papá?...
– espero un momento
antes de agregar – podrías
decirle por favor a la señora Donson que me prepare un milkshake de chocolate y
que me haga una torta – espero
otro momento y concluyo – gracias
– colgó el teléfono.
Se escucho la voz del señor Fitsher llamando a la señora Donson, se escucho un golpe en la puerta seguido de pasos
por el pasillo.
- Bueno
ahora si podremos hablar más tranquilos –
ahora
era el mismo Ben de antes –
Eso
mantendrá a la señora Donson algo ocupada por un momento.
Al parecer una de las habilidades de la
señora Donson, era de estar escuchando conversaciones detrás de la puerta,
ahora podía comprender porque mi amigo se expresaba de esa forma.
- Jeje…
ahora te entiendo – le
respondí.
- Si,
es algo curiosa la señora –
dijo
entre risas.
- ¿Y…?
– comencé a formular mi
pregunta – ¿ahora
vas a decirme lo que te sucedió?