jueves, 5 de enero de 2012

Nuevo Comienzo

No era novedad que desde siempre hasta hoy he estado solo. Vivo solo con mi mamá, aunque es muy linda y agradable, solo la veo poco ya que mayormente todo el día está en el trabajo y de mi papá no sé nada, se marchó y nunca más volvió.
     A sus doce años de edad, Patrick Daecher, o sea yo, se sentía solo. Nunca tuve amigos, las personas a las que me acerca, terminaban alejándose de mí lo que era mucha peor aún, parecía que me tenían miedo…
     No teníamos un hogar fijo, ni familia a la cual acudir para no gastar en el alquiler de una casa. Mamá paraba siendo transferida en su trabajo de un lugar a otro, durábamos en una casa, mayormente, un año como máximo, no más.
-       No te preocupes, Patrick – me animo mi madre viéndome el rostro de decepción –, puede que en esta nueva casa hagas muy buenos amigos.
     Mamá no era mucho de sonreír, pocas eran las veces que veía su sonrisa… Era realmente una decepción, mamá suele tener una hermosa y adorable sonrisa. Cada que ella sonreía, parecía que la sala donde se ubicaba se iluminase apenas su sonrisa aparecía, ella tenía esa chispa que hacía que todos los demás sonrieran junto a ella.
Recordando… “¿Qué fue lo que pasó contigo?” fue lo último que mamá le dijo a papá y fue muy extraño… Algo le había sucedido esa noche a mi papá para querer alejarse de su familia, algo se lo llevó, algo lo alejó de nosotros, pero… ¿qué? En ningún momento de esa noche, o mejor dicho en todo el día, se digno a decirme hijo, como lo solía hacer siempre que llegaba a casa. Ni siquiera quiso bajar la mirada para verme, para ver mi expresión antes de ir, para ver la, posiblemente, última imagen que tendría de su hijo, ya que papá salió sin nada, solo llevaba puesto su traje que usaba en el trabajo y nada más. “¿A dónde fuiste, papá?”.
     Un gran resplandor de luz me saco todos los recuerdos e ideas que tenía en mente. Mamá acababa de voltear en una calle y todos los rayos solares dieron directo a mis ojos.
     “Ya casi llegamos” fue lo que me había dicho, al verme frotarme los ojos.
     No pasaron más de dos minutos para que mamá estacionara el carro frente a una casa, que más bien parecía una casona. Esta casa estaba hecha de madera, “una tradicional” según le dijo el dueño de la casa a mi mamá, “Todo está en perfecto estado, tenga en cuenta que nuestros antepasados fueron mejores constructores que nosotros, esta casa a pasado por varias generaciones, el alquiler es motivo de un viaje que tengo… Siéntase afortunada del precio, normalmente en un sitio como este el alquiler no baja de los 300 dólares…” continuaba parloteándole a mi mamá ese día, según me contó ella.
-       Sabes, Patrick, que no puedo resistirme cuando me empiezan hablar y hablar, aparte la oferta era muy buena – hizo una pausa –. No tenemos suficiente dinero y para serte sincera me tome el gusto de pasear por este distrito para poder ver que no me mentía el dueño – suspiró – y la verdad es que es uno de los más bonitos que he visto. En realidad el precio es un regalo…
-       Ahora tu estas parloteando como el dueño – bromeé –, pero no te preocupes mamá, con tal de estar juntos los dos no importa si vivimos dentro de una caja de cartón. – me encogí los hombros.
-       Sinceramente, eres un buen hijo – comento con los ojos lagrimosos –, Patrick.
     En ese mismo momento, un gran carro, que nos estuvo siguiendo todo el camino, se estacionó detrás del auto de mamá. Las cosas de la mudanza ya habían llegado y ahora era momento de desempacar. Aprovechando la suerte de mamá, quien tenía un amigo en el trabajo que, aparte del trabajo que tenia,  hacia servicio de mudanza los fines de semana, y le dijo que podía movilizarnos sin ningún costo alguno.
     Mamá se seco los ojos antes de que algunas lágrimas se le escapasen, rápidamente salió del auto y fue directo al sitio del copiloto para abrirme la puerta. Me tomo de la mano y me saco del auto. La puerta del auto se cerró de un portazo con el azote que mamá le había dado.
     Caminamos juntos de la manó por el sendero, que estaba hecho de pierdas, hasta la puerta. Subimos unos escalones para por fin llegar a la puerta. Torpemente, y algo nerviosa, mamá saco las llaves, de esta gran puerta, de su cartera. Abrió la gran puerta y se aprecio el amplio salón de la sala, grande e iluminada, las ventanas estaban justo donde el sol se posaba al atardecer para poder dar una luz rustica a todo el lugar. Mamá apretó más mi mano.
-       Bienvenido – alzó la mano para abrir completamente la puerta – a tú – tomó aire – Nuevo Comienzo – sonrió.
     Ambos atravesamos el umbral al mismo tiempo, la sala era más grande de lo que parecía por fuera. Sorprendentemente había una chimenea y a los costados de esta estaban las dos grandes ventanas, las cubría un tul muy fino, que hacia apreciar el pequeño jardín de afuera, y las cortinas, un poco cerradas, de un color crema.
     Mamá y yo nos alegramos de la nueva casa.

En la mañana siguiente, al bajar los escalones crujientes vi como la sala resplandecía. Brillaba… todo brillaba en la casa, ya con los muebles puestos y luego de todo un arduo día de ordenar toda en casa. Los tules de la cortina hacían que las luces de los rayos solares vagasen dentro de la sala.
     Mamá se encontraba ya en la cocina haciendo el desayuno. Escuchando una música, un poco ya pasada de moda, en su pequeña radio. Freía un par de huevos y calentaba el agua. Tarareando la música voltio hacia mí, que ya estaba parado en la entrada de la cocina.
-       Buenos días, Patrick
-       Buenos días, mamá – me estiré y volteé para ver si mamá ya había comprado los panes – no es justo… yo siempre voy a comprar los panes para desayunar – me queje
-       La tienda queda un poco lejos de la casa – dijo sacando los huevos de la sartén – y como recién nos mudamos quería ver si era un poco peligroso ir hasta ahí. Pero – volteó a verme – es muy tranquilo y hay muchos semáforos , a partir de mañana puedes ir tu – sonrió
     No era algo importante ir a comprar los panes para el desayuno, pero al menos quería ayudar a mamá sea como sea.
     El sonido de la tetera hizo que la sonrisa de mamá desapareciera y que vaya rápido a apagar la cocina.
-       Bueno, Patrick, ayúdame a poner la mesa
     Un desayuno tranquilo, eran los que siempre teníamos. Papá se encargaba de hacerlo un poco más comunicativo haciendo preguntas de cómo nos encontrábamos mamá y yo o cómo nos había ido en el día anterior. “¿Por qué no lo recuerdo?”
     Era una mesa grande para seis personas, pero solo había tres sillas, mamá se sentaba en un extremo y yo al otro. La tercera silla, que se encontraba ubicada de en el centro de la mesa, justo delante de una gran ventana que daba luz a un pequeño jardín exterior, ere la reservada de papá.
     No lo quería dar más vueltas a mi mamá de que por que aún continuaba guardando todas las cosas de papá, ya habían pasado seis años desde que él nos dejo, pero la primera y última vez que le pregunte por papá, las cicatrices que le había dejado su partida volvieron a abrirse.
     Antes de tomar su último sorbo de café, que solía tomarlo todos los desayunos, me quedo viendo. De algo se acordó en ese instante que me llamo la atención.
-       ¿Pasa algo, mamá? – pregunte sin darle relleno
-       Creo que mejor te vas alistando – tomo su último sorbo de café
-       ¿Alistarme? ¿Por qué?
     Bacilo un poco mi mamá antes de responderme, se tomo de las manos y tomo un poco de aire para por fin volver hablar.
-       Hoy nos vamos a ver el colegio al que asistirás.
     Mamá siempre paraba parloteando y presumiendo con sus amigas del hijo predilecto que tenia. Y tenía razón, la mayoría de los niños de mi edad solo piensan en jugar y pedirle de todo a sus padres para que los llenen de nuevos juguetes y presumirles a sus demás amigos de los regalos que sus padres les daba.
     Yo no era así, yo me preocupaba por mi mamá, trataba de que no gastase mucho en comprarme juguetes, para lo poco que los necesitaba también. Hacía lo posible por mantener a mamá feliz, tengo una muy buena disciplina y hablo con los demás con sumo respeto.
-       Patrick, ya anda terminando de arreglarte – grito mamá desde la planta baja de la casa.
     En unos instantes ya estaba bañándome para luego, al rato, ponerme la mejor ropa que tenia, mi favorita, una bermuda marrón claro con rayas del mismo color un poco más oscuro y un polo rojo con una imagen al centro de un color azul marino.
-       Ya estoy listo – dije bajando las escaleras.
-       Espérame en la sala – contesto mamá desde su cuarto.
     Ya me estaba emocionando por cómo iba a ser mi escuela. Esperaba tener buenos amigos.
     Los crujidos de las escaleras hicieron que alce la mirada.
     Mamá bajaba de las escaleras al parecer con su ropa favorita, al igual que yo. Ella estaba con unos jeans ajustados y una blusa de color violeta, esa blusa resaltaba muy bien a mi mamá, quien aun lucia una figura esbelta, su largo cabello negro brillaba luego de un tratamiento con un champú nuevo. Ella no solía usar maquillaje, aunque en realidad no lo necesitaba, sus ojos siempre brillaban, tenía sus cejas bien delgadas y las pestañas rizadas, no necesitaba de nada para lucir bien.
-       Bien, nos vamos.
     Salimos y el Nissan Datsun blanco de mamá que se encontraba estacionado frente a la casa. Me senté en el asiento del copiloto y mamá me ayudo a ponerme el cinturón de seguridad. Mamá se sentó y condujo, como ya era mi costumbre, abrí completamente la ventana del auto, la brisa del viento en mi rostro me relajaba y me hacia olvidarme de todo.
     Era mejor que volviera al colegio. Solían ser muy aburridas las mañanas cuando mamá iba al trabajo y me quedaba solo en casa, sin saber qué hacer.
     Un día para mí era demasiado simple: Levantarme, desayunar, despedirme de mamá, limpiar mi cuarto, ver las noticias, calentar mi comida, que mamá suele preparar en la noche antes de dormir, leer y repasar algunos libros y esperar a que mamá vuelva.
     Bueno sin amigos, tampoco se puede hacer mucho, si salía… ¿A dónde iba?, y si jugaba… ¿Con quién lo hacía? Mamá no solía ser muy buena en juegos de mesa, así que eso, también, estaba descartado. Comprendía que mamá hacia todo lo posible para que no me sienta solo, me compraba las pocas cosas que podía, pero no le pedía juguetes porque no había con quién compartirlos, así que solo jugábamos un juego de damas o ajedrez, que mayormente los ganaba yo.
     El colegio es donde un niño sale de su cascaron para conocer nuevas cosas y aprender mayormente como es la vida. Hay demasiados niños en un solo colegio, espero que uno de todos pueda ser un gran amigo para mí.
     No duro mucho el recorrido al colegio. Cuando mamá dio una vuelta muy extraña, desde lo lejos se podía ver el gran colegio. Un enorme y gran colegio de una fachada celeste y un gran portón al centro, abierto de par en par, entraban y salían muchos niños con sus madres y padres. Todos estaban con ambos padres…
     Mamá se estacionó un poco lejos de la entrada, ya que, como de costumbre, habían unos pocos ambulantes vendiendo juguetes y otras cosas para los niños.
-       Mamá, ¿tenemos que ir de la mano? – pregunté algo avergonzado, ya que todos los niños salían y venían  sin sujetarse de las manos de sus padres.
-       ¿Qué pasa, Patrick, te avergüenza demostrarle cariño a tu madre?
-       No es eso… es solo que… – tomé aire – no nada mamá, no hay problema, vamos a entrar.
     Estábamos ya a unos pasos de la entrada, frente al colegio había una tienda. Era un día muy soleado y ya no podía aguantar la sed. Con solo ver mi rostro mamá supo que quería algo de tomar, me dio un par de monedas y me dijo que me comprar algo.
     Me fije por ambos lados antes de cruzar, mamá se quedo esperándome en la entrada del colegio.
     Un rechinido… un gran rechinido sonó. Volteé y una gran camioneta, un Toyota Prado del año, frenó justo a un centímetro de mi. Las lunas polarizadas del carro no me dejaban ver quién o quiénes estaban dentro del auto. La luna de la parte trasera comenzó a bajar poco a poco “¿Un niño?... espera, este chico me parece conocido...”  Cruzamos miradas y todo dio inicio…
-       ¡Patrick…! – mamá me había localizado, rápidamente corrió hacia donde me encontraba   ¡Patrick… corre, rápido! ¡Pat…! – la voz de mamá se cortó
     El gran terremoto que había azotado en ese momento confundió a todos los presentes. Me desmayé, había caído en un sueño profundo…

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